No
pude ver el sol
y
sin embargo vi
el
vuelo de los flamencos
sobre los techos
en la aurora,
la
ciénaga hervir
ante’l
nacimiento de los planetas.
Entre
esas mesmas luces
también
te vi
cuando un álamo te bautizaba con sus hojas
y
desde entonces
que
no recuerdo mi antiguo nombre,
ni
puedo encontrar reflejos
en
los charcos del cordón.
Desde
entonces que quisiera morir
con
un rayo brotando dentre tus pechos,
o
bajo la lluvia
-oh, Verónica-
limpiándome
el rostro
al
doblar la esquina.
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